Pocas cosas marcan tanto a un individuo como el haber experimentado traumas infantiles. Ninguna etapa en la vida de una persona es tan intensa, ni tan vulnerable, como la infancia. Las vivencias de nuestra niñez tienen un peso decisivo sobre nuestra personalidad y nuestra forma de sentir y de actuar. Por ello, cuando sufrimos un trauma en nuestra infancia, este puede tener un enorme peso a lo largo de nuestra vida. Al igual que en la edad adulta, los motivos que pueden dar lugar a traumas infantiles son muchos. Como todos los traumas, se trata de lesiones psicológicas que dañan de manera permanente el inconsciente. Se trataría por tanto de un daño emocional, fuerte y duradero, que llega a marcar la personalidad del individuo. En este sentido, muchas personas ni siquiera son conscientes de la existencia de dichos traumas. Y esto sucede, incluso, a pesar de que pueden estar condicionando gravemente la calidad de vida personal.
Por el contrario, el periodo de gestación es, desafortunadamente, demasiado corto, nacemos como pequeños seres delicados y desvalidos. Poco a algo el niño se desarrolla y se encuentra con el globo a través de los doce sentidos. Y esto, a su vez, puede dañar su autoestima y afectar su comportamiento, así como el comportamiento que tienen otros hacia ellos. Estos problemas suelen estar relacionados con los sentidos y, con mayor frecuencia, con el sistema postural, que consiste en el sentido del movimiento propio y del compensación. Movimiento El movimiento es la esencia de la vida: «Desde el comienzo de la biografía hay movimiento. Solo unos pocos días después de la generación, en el interior de un océano pequeño, un acróbata empieza a actuar.
Cachonda y con ganas de acariciar. Soy cariñosa. Y educada. Busco a. Un macho para actuar fantasías y efectividad disfrutar del amor solo por placer.
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