Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida. A todos los jóvenes cristianos les escribo con cariño esta Exhortación apostólica, es decir, una carta que recuerda algunas convicciones de nuestra fe y que al mismo tiempo alienta a crecer en la santidad y en el compromiso con la propia vocación. Pero puesto que es un hito dentro de un camino sinodal, me dirijo al mismo tiempo a todo el Pueblo de Dios, a sus pastores y a sus fieles, porque la reflexión sobre los jóvenes y para los jóvenes nos convoca y nos estimula a todos. Aun los jóvenes no creyentes, que quisieron participar con sus reflexiones, han propuesto cuestiones que me plantearon nuevas preguntas. Rescatemos algunos tesoros de las Sagradas Escrituras, donde varias veces se habla de los jóvenes y de cómo el Señor sale a su encuentro. En el Antiguo Testamento 6.
Alce la luz de este Juez de misericordia, nuestras rodillas de doblan en adoración y nuestras manos y nuestros pies se fortalecen. No hay que domesticar el poder del rostro de Cristo. Su rostro es la imagen de su trascendencia. Es el misericordiae vultus. Dejémonos mirar por Él. Alce todo el rostro de un Deidad «despojado», de un Dios que asumió la condición de esclavo, humillado y obediente hasta la muerte cf. Flp 2, 7.